lunes, 21 de septiembre de 2009

Los diez mandamientos

La otra noche, mientras buscaba en mi vestidor algo que ponerme para mi cita semanal con las chicas, me di cuenta de que todavía no había renovado mi fondo de armario para esta temporada y eso es catastrófico. Menos mal que aún estaba a tiempo de reparar tamaño error y esa misma noche lo solucioné.
Nada más entrar en el restaurante le pedí a Gabi que nos llevase a la mesa con urgencia cuatro manhattan y algo de picar. Besé a las chicas, me senté y les pedí que sacasen papel y pluma, les dije que teníamos que hacer deberes. Me miraron extrañadas, pero obedecieron y una vez que Gabi nos sirvió las bebidas les pregunté si alguna de ellas había ido de shopping, las tres contestaron que no, o sea, estaban en mi misma situación pero aún peor porque ni siquiera habían caído en que estaban al borde del abismo: había empezado la temporada y no tenían nada que ponerse. Suspiré profundamente y les expuse la situación, pero para que no cundiese la alarma, también les di la solución: íbamos a hacer una lista con las diez prendas básicas de la temporada y al día siguiente seríamos nuevamente chicas fashion.
Los diseñadores, debido a la crisis económica, han decidido recuperar tendencias de años anteriores empezando por el estilo discotequero de los 80. Vuelven los minivestidos segunda piel, ya sean brillantes o con lentejuelas, con escote asimétrico o con súper hombreras. Indispensable una falda o un vestido de cuero negro, y siempre, siempre, medias de fantasía: brillantes, de encaje, con dibujos o de topos y botas por encima de la rodilla como las del Gato con botas. Para abrigarnos del frío un gran clásico, el abrigo camel o tweed pero anudado con un cinturón a modo de bata. Nada hay más dulce y calentito para el invierno que la lana hecha un jersey de ochos, es perfecta si la combinamos con unos leggin de cuero o unos pantalones pitillo, resulta además muy sexy si lo acompañamos de unos botines de tachuelas al más puro estilo rock and roll y nos envolvemos en un cardigan o en un chaquetón de piel de leopardo que saque a la luz nuestro lado más salvaje, entonces, el éxito en las noches de vino y rosas estará asegurado; el toque felino en el bolso es una opción más discreta. Las chaquetas con hombreras de Pierre Balmain marcan tendencia y los vestidos de terciopelo, llenos de romanticismo y feminidad, serán nuestro mejor aliado en bodas, noches de gala y hasta en las mismísimas Navidades. Seguiremos luciendo pantalones harem, chalecos de pelo, camisas de cuadros y vaqueros desteñidos y rotos. Hemos hecho los deberes, la lista está terminada. Los mandamientos aprendidos ¿Cuál será la nota final sobresaliente o matrícula?

Azul oscuro casi negro

Estoy viviendo una contradicción más en mi vida. Adoro el verano y me priva la ropa estival pero ya estoy un poco cansada de ella, y me apetece cambiar. El problema es que un cambio de vestuario significa decirle adiós al verano y eso me deprime. Otra vez oscuridad, frío y rutina ¡uf, qué horror! Menos mal que siempre queda el resquicio de los viernes con las chicas, las fiestas, las salidas nocturnas del finde, las inauguraciones, los cócteles, los estrenos, las cenas, las escapadas románticas, las nuevas aventuras. Pensándolo bien, el panorama no es tan desolador. Bueno, sí lo es porque la caída de la hoja significa que nos tenemos que despedir de Gabi y eso no me gusta, claro que a su vez ello implica que volvemos a ver a Manolo, y eso me encanta. Resumiendo: Estoy hecha un lío y vivo en un constante sí pero no, no pero sí. Tan ensimismada iba el viernes en mis pensamientos que ni siquiera oí como una de mis amigas me llamaba hasta que sentí su mano en mi brazo. Extrañada (tengo un oído finísimo), me interrogó con la mirada y le conté mis cavilaciones de camino al restaurante. Cuando llegamos y mientras Gabi nos ponía unos manhattan, trasladé a las chicas mi desazón, ellas también sentían algo parecido. Empezaba a oscurecer y todas las luces del restaurante se encendieron de golpe. La luz y el color son la vida, me dije, ahí está la clave, en recibir al otoño con alegría y para ello decidimos investigar qué colores llevaremos esta temporada.
El Instituto Pantone Color es el gurú del color, y este año ha prescrito que debido a la crisis económica mundial y al estado de ánimo que la misma ha provocado en el mundo nos vamos a vestir con tonos pastel cargados de tintes melancólicos y vamos a aparcar los colores brillantes propios de las situaciones de bonanza. El colorido será suave, inspirado en la tierra, el mar, las verduras y las frutas y la palabra clave será neutral, así los diseñadores se convierten en pintores que ilustran en la pasarela la realidad de la calle. Entre otros nos moveremos en la gama de los negros, grises, azules, marrones, verdes, berenjenas, violetas o morados. Frente a esta tendencia tenemos la de Versace y Gucci con matices de neón como el rosa, el azul, el rojo o el naranja, sin olvidar los plateados; la de Benetton con tonalidades claras y vivas: verdes, morados, rosas, azules, rojos o Chanel con sus rojos y blancos. La tendencia más sofisticada y elegante será la monocolor. En rojo, verde, azul intenso o negro para las más atrevidas y en colores suaves para las discretas ¿A qué jugamos, al brillante parchís o al poderoso Monopoly?

La dama y el vagabundo

Mi infancia son recuerdos de un patio con una verja verde y un frondoso nogal que cada año nos saludaba el primer día de curso, batiendo con alegría sus esplendorosas hojas; de los anuncios, que cada agosto, irremediablemente, nos hablaban de la temible vuelta al cole con sus madrugones, su disciplina y sobre todo su horroroso uniforme, porque el uniforme de mi colegio era feo, feo, feo. Todavía hoy, muchos años después, tengo pesadillas con el polo/camisa blanca, el jersey de pico azul, la espantosa falda tableadas de cuadritos marrones y azules y los calcetines y los zapatos, primero marrones, después azules. No había otro uniforme más horripilante en toda la ciudad. Al cumplir los quince conseguimos que las monjas nos lo quitaran y terminamos el colegio vistiendo “de calle”. ¡Qué felicidad el primer día de aquel curso! Por fin éramos mayores y vestíamos como queríamos, o eso creíamos entonces. Yo odiaba el uniforme pero mi madre lo adoraba, siempre decía que era un invento genial, nos ahorraba una discusión diaria -desde pequeñita fui rebelde- a la hora de vestirme para ir a clase. Pasados los años he de reconocer, una vez más, que mami tenía razón. En este asunto estamos divididas, por lo que el viernes las chicas le pidieron a Gabi su voto para dirimir la cuestión de uniformes sí, uniformes no. Dos de las chicas son partidarias de que los peques tengan libertad de vestuario en el colegio, como la tuvieron ellas y la tercera de las chicas y yo, que íbamos al mismo cole, a la misma clase y somos amigas desde los catorce, somos partidarias del uniforme y de lo que ello conlleva: por un lado evita problemas a los padres y por otro espolea la rebeldía de los infantes contra las normas y les obliga a luchar por encontrar su propio estilo. Yo sólo les encuentro dos defectos, uno, que crean tribus y otro, que son antiguos y en general de bastante mal gusto. Una vez que le expusimos a Gabi nuestros argumentos nos pidió tiempo para deliberar ya que su misión era complicada. Su voto era el voto de calidad y decidía quien ganaba el debate. Su petición nos pareció justa y le sugerimos que cuando nos sirviese la segunda ronda de manhattan, nos comunicase su fallo, aceptó y así lo hicimos. Su voto fue para los uniformes. Ya sólo me queda hacer una petición. ¡Por favor!, que les den un toque más desenfadado, más juvenil, más moderno, más actual ¿Qué tal el adiós a las faldas tableadas, a las blusas, a los pesados zapatos, al azul marino, al gris, al marrón y hola a los colores alegres a los pantalones, las bermudas, las bailarinas, las faldas vaporosas lápiz y hasta a los vestidos?