domingo, 12 de abril de 2009

Un toque de distinción

Las chicas y yo hemos pasado unos días estupendos sin procesiones, sin playas, sin avalanchas de turismo y casi sin noticias, pero sólo casi porque nos fue imposible obviar la crisis de gobierno. Encendíamos la tele, crisis, poníamos la radio, crisis, cogías un periódico, crisis. En todas partes crisis, así que también nuestro tema de conversación principal acabó siendo la remodelación del gabinete, pero a pesar de este contratiempo, si yo fuera empresaria diría que hemos cumplido nuestro objetivo: divertirnos hasta el aburrimiento. Tanto es así que estamos pensando en repetir el año que viene. No obstante, he de confesar que no nos hemos desligado totalmente de la Semana Santa. Algún que otro paso vimos en la tele y ayer llamamos a Manolo para que nos contase cómo le había ido. Todo salió perfecto, su hermandad desfiló sin contratiempos y, cómo todos los años, aunque exhausto y afónico, estaba pletórico. También nos comentó que estaba deseando conocer nuestra particular visión de la crisis ministerial, a lo que le respondí que me leyera el domingo en Odiel. Prometió hacerlo y con esa promesa nos despedimos.
Tras ver las imágenes del juramento del cargo en televisión y la foto de familia en la prensa, esa misma noche, nos dedicamos, manhattan en mano, a diseccionar el vestuario de los nuevos ministros en sus primeros actos oficiales. Ellos iban correctos. Lo cierto es que los hombres tienen fácil ser exactamente eso, correctos; tan difícil es que destaquen por su estilo, como por lo contrario. Basta con que cumplan unas normas muy simples, que son las que siguieron los nuevos ministros, para no llamar la atención y con eso es suficiente. Sencillamente tienen que elegir un traje sobrio en colores oscuros: azul, gris o marrón, una camisa lisa, para no complicarse blanca, marfil o azul y una corbata discreta, de rayas o pequeños dibujos en colores suaves: azules, granates, beiges… siempre en concordancia con la camisa, los zapatos de cordones y del mismo tono que los calcetines. Nosotras lo tenemos más difícil, no basta con que vayamos correctas, sino que se nos exige que seamos elegantes, modernas y estilosas. Todo un reto. Entre las ministras, de todo había. En general iban, sin más, adecuadamente vestidas para la ocasión, con un clasicismo renovado, en trajes de falda o pantalón en tonos monocolor o combinados y tacones. Yo destacaría en un extremo, una mezcla muy chic de rosa y negro, muy adecuado para la jura y en el otro, un glamouroso, pero impropio vestido bombón, perfecto para ir de cena o al teatro, por ejemplo, pero no para un acto ejecutivo, en idéntica línea el floreado vestido de la foto de familia, estupenda elección para una comida, nefasta para una reunión de trabajo. ¿Sabrán gobernar mejor que vestir?