domingo, 14 de diciembre de 2008

La madre

Llovía con fuerza, el agua caía sobre nosotros con rabia y con frío, era como si el cielo quisiera compartir mi dolor en las horas más tristes, en las horas del adiós definitivo, en una madrugada de lunes grabada ya a fuego en el recuerdo. De golpe, la niña deja de ser niña para convertirse en mujer y por primera vez se enfrenta a la vida con toda su dureza y crueldad. El cuento de hadas terminó y la realidad te explota en la cara, no estás preparada para ello y nunca lo estarás, y lo sabes, pero aún así de tu boca escapan unas palabras suplicantes dirigidas a no sabes quién, pidiendo tiempo, sólo un poco más de tiempo, unos meses nada más, te engañas a ti misma diciendo que entonces podrás afrontarlo, serás fuerte, lo aceptarás, pero la única verdad es que entonces como ahora el dolor es tan fuerte que, como dijo el poeta, por doler me duele hasta el aliento. Quisieras decirle tantas cosas, pero ella ya no te oye, tú lo sabes y sin embargo las palabras brotan a borbotones de tus labios entre sollozos incontrolables que tienen vida independiente de la tuya, para pedirle perdón por las veces que la heriste o para, sencillamente, decirle: Te quiero y siempre te querré, mamá y para en un vano intento de retenerla rogarle que no se vaya, que se quede contigo sólo un poquito más.
Cuando todo pasa y el vacío se apodera de ti, cuando sabes que nadie llenará su hueco, aún tienes que hacer un último esfuerzo, contener las lágrimas, serenarte, esbozar una sonrisa social y estar dispuesta para todos aquellos que la conocían y que quieren arroparte en este trance, es en ese momento, cuando las chicas, que han estado como siempre a mi lado, y Manolo tomando un manhattan, me recuerdan que para ellas las formas eran fundamentales y que tal y como me enseñó, en señal de respeto, he de vestir adecuadamente, es decir, de negro, y así lo hago, traje pantalón negro, jersey negro, botines y bolso negro. En infinidad de ocasiones me visto de negro de la cabeza a los pies pero a ella no le gustaba verme así y siempre me decía: " hija, ¿se te ha muerto alguien? Parece que vas de luto, y seguro que el día que yo me vaya te vestirás de rojo" Pues no, mamá, me he vestido de negro, después de todo aprendí tus lecciones: si no vas de negro, de gris o de colores oscuros: azul marino o marrón pero nunca de colorines, siempre con manga y con medias, sea invierno o verano, sin maquillar o con un maquillaje muy suave y pálido y el cabello correctamente arreglado. Mamá, allá donde estés ¿eres feliz?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Has escrito el artículo de moda más emotivo de tu trayectoria periodística. Pues claro que tu madre será feliz, cómo no va a serlo teniendo esta hija. Un beso.Merche

Anónimo dijo...

La gente lo asocia con la infancia, pero no hay edad para sentirse huérfano. Un sentimiento que duele como pocos y que te hace girar la cabeza hacia los lados a ver lo que hay. A veces no ves nada, pero siempre hay alguien. Pronto te darás cuenta de que hay muchos. Y te darás cuenta, también, de que no hay que renunciar a la felicidad cuando se presente el momento. Tu momento ya está aquí, María. Las tres debéis ser felices. Y Juan Antonio.
Un beso. Gabriel.

Anónimo dijo...

Qué cosa tan bonita, tan bien escrita. Realmente emotiva.

Anónimo dijo...

Una vez me dijo un amigo que,a veces, por atender a algún conocido -o sea, por quedar bien con todo el mundo- yo solía desatender a la gente por la que sentía verdadero afecto. Pues bien, me ha vuelto a pasar; me he perdido el funeral de tu madre, no he ido a ver a Alicia, llevo más de una semana sin llamarte...
Sin embargo, me acuerdo de ti y de tu pena. Me acuerdo de verdad, María.
Cata

Anónimo dijo...

Habías realizado el esfuerzo más grande y supongo el más gratificante, el más prometedor, hace ahora unas semanas. Estábamos todos contentos con vuestra felicidad.
Ahora también los demás estamos tristes y pensamos en tí, en los tuyos.
Un beso grande desde Valencia.