domingo, 18 de enero de 2009

La joya del Nilo

Esta semana hemos tenido reunión doble porque el sábado fue el cumpleaños de una de las chicas y estuvimos de celebración. Manolo nos preparó una mesa especial con un hermoso centro de flores y sus platillos favoritos. Le entregamos nuestro regalo y brindamos con manhattan por un año más de amistad. La elección del regalo tiene su historia. El viernes me llamaron mis amigas para ver qué le comprábamos y como no se nos ocurría nada, decidimos que en la cena le sacaríamos, sin que se diese cuenta, información sobre su posible regalo, quedando yo encargada de la estrategia a seguir. Mientras pensaba cómo iba a enfocar el tema, posé distraídamente la mirada sobre mi mesa de despacho y allí estaba la respuesta, en la portada del ejemplar de Odiel. No tenía más que hilar el relato para conseguir lo que quería y así lo hice.
Cuando el viernes llegué a la cena con una enigmática sonrisa, las chicas, como yo esperaba me preguntaron qué me ocurría y rápidamente les conté que estaba entusiasmada porque el dire había ganado la batalla judicial de la democracia y que aprovechando su buen humor, le había pedido un aumento que me había concedido, con lo que ya me podía dar el capricho de alguna de las alhajas que se habían presentado en la Feria de joyería, pero que necesitaba su asesoramiento, porque no sabía si inclinarme por uno de los larguísimos collares cadena de Givenchy, lo más fashion de la temporada o por uno de los elaborados y aparatosos collares en blanco, azul y negro de Balenciaga que hacen realidad el dicho de antes muerta que sencilla, claro que tampoco descarto los pendientes; bien los de Bottega-Veneta en diamantes y oro amarillo, esos que siempre se recuerdan como la joya de la familia y pasan de generación en generación o unos nada discretos aretes esmaltados, modernos y juveniles de John Galiano. Otra opción son los brazaletes. Los de Dior montados en swarosky con amatistas y topacios son tendencia total y perfectos para que todas las miradas se fijen en una y los de Lacroix, son esmaltados y realmente psicodélicos. Tampoco me puedo olvidar de los enormes anillos de Versace en oro y piedras semipreciosas que dotan de personalidad propia a la mano. Mientras les exponía a mis amigas mis dudas, de reojo observábamos la cara de la cumpleañera y por su expresión dedujimos que lo que más le apetecía era el anillo, así que el sábado nos fuimos de compras y por la noche se lo entregamos, lo abrió, se quedó mirándolo perpleja, sonrió y nos dijo: Ahora entiendo vuestras miraditas de anoche. No es el anillo del príncipe encantado pero es mejor, es el de mis amigas ¿Tendrá el poder de conceder deseos?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y tú me preguntabas lo que quería....has acertado de lleno.Cuanto poderío en este artículo.Merche