sábado, 22 de marzo de 2008

Ricitos de oro

Mi mamá, cuando yo era chiquita, siempre me decía: “hija, a una verdadera dama se la conoce por los pies y por la cabeza. Puedes llevar un vestido modesto, no usar joyas, no ponerte ni un sólo complemento pero si tus zapatos están impecables y tu pelo bien arreglado siempre estarás perfecta”. Y yo, como toda buena hija que se precie, intento seguir el consejo de mi mamá, y desde hace años mi mejor amiga no es un diamante sino mi peluquera. El jueves por la tarde llamé a Esther para pedirle cita. Te espero mañana a las dos, me dijo. Esta vez iba a ser un cambio de look con corte incluido. No se lo creía, porque soy como Sansón. Mi personalidad está en mi melena, y cada vez que le toca perfilarla, necesita un millar de argumentos para convencerme de lo chic que me voy a ver tras uno de sus modernos cortes. El viernes, cuando llegué, mi peluquera me estaba esperando con la tijera en la mano y una sonrisa tranquilizadora. Sabe que para mí ese utensilio es casi peor que la aguja del médico. Respiré hondo, y empezamos. Me advirtió, más que nada para que me relajara, que me iba a hacer el corte: melena larga, muy capeada, con mucho movimiento y sin flequillo, peinada en bucles grandes y después desmelenada. El otro corte fashion de la temporada, una melenita lisa cortada en V, para mi es impensable, (demasiado corta). Están de moda también, las largas melenas, bien onduladas, bien lisas, pero siempre sexys, picantes y con volumen. Me encantan, aunque nunca para un rostro muy alargado y de cabello fino porque no favorecen; y la obligación del pelo es, además de ser sensual, enmarcar las facciones y realzarlas. Para quien quiera flequillo y tenga la cara redonda o la frente muy despejada, éste ha de ser recto y etéreo; ¡Ah! las extensiones, cada vez más largas.
El tono de pelo decidimos dejarlo igual, un rubio oro, que se sigue llevando mucho, aunque me contó que lo más in son los chocolates y los cobrizos. De cara a las fiestas, imprescindibles los semirecogidos, informales pero elegantes, lisos o rizados. Charlando, charlando, Esther terminó mi estilismo, y he de reconocer que como siempre, tenía razón. Mi pelo había ganado con el cambio.Cuando entré en el restaurante y oí a Gabi, supe que había acertado y las chicas me lo corroboraron, al saludarme con un: ¡Qué melena más divina te ha dejado Esther! Mientras tomábamos un manhattan les conté las tendencias de la temporada y tanto les gustaron, que en ese mismo momento las tres la llamaron y le pidieron cita para el sábado. ¿Eran buenos o no eran buenos los consejos de mi mamá?

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